sábado, 28 de junio de 2014

Del libro "Poética de las sombras"



EL HIJASTRO DE LA NOCHE

Aparezco cuando las sombras llegan
a cubrir con sus alas de lechuza
el humano cansancio de la Tierra.
Me siguen criaturas que se arrastran,
vuelan o saltan hasta cantar el gallo
que anuncia con ritmo familiar
la salida del Sol nuestro enemigo.

Me llaman con distintos nombres:
vampiro gusano y hombre lobo,
fantasma o hijastro de la noche.

Miembro de una gran familia
de almas atormentadas,
sueño con volver al escenario
de mi perdida humanidad.

Dispararme balas plateadas,
colgar ajos detrás de las ventanas
o exorcizarme a través de crucifijos
podrá servir para cerebros blandos,
no para mí que soy inmune
a supersticiones y desmanes.

Los que se pierden en la oscuridad
mientras van dominados por el miedo,
no tienen cómo escapar,
ya que suelo alcanzar a los que huyen
medrosos de mi ferocidad.

No existe ataúd bastante fuerte
ni lápida ni tierra tan pesadas
que puedan encerrarme en un espacio
incompatible con mis actividades.

Envidio el calor que reconforta
y añoro la sangre entre las venas,
el amor y la alegría
que hace tiempo abandoné.

Entre la eternidad y la desesperación
encuentro un deleite pasajero
entrando en las personas que me ofrecen
un poco de su cálida sustancia.

Al ingerir nutrientes apropiados
presento un aspecto fresco y sano,
no desagradable ante los ojos
de aquellos que me observan alelados,
y me torno atractivo hasta tal punto
que ningún buscador de visitantes
rechaza conducirme hacia su casa.

Salgo como un muerto viviente
haciendo temblar los desdichados
en horas que trascurren ya sin Sol;
deambulo silencioso y sin descanso
a través del tranquilo vecindario,
y apenas permito que me miren
las personas que creo convenientes.

¿Han escuchado alguna vez
ese perro que aúlla por las noches?
No les quepa duda que su aullido
es mi voz de miembro itinerante
por las frías regiones de ultratumba.