MAGO, LADRÓN Y
PROFETA
Mago entre los
magos de origen finlandés;
además de ser experto
robador de caballos,
atrapaba
viajeros con sus hechicerías
timándolos
primero y matándolos después.
Pero Hermod, símbolo de la velocidad,
dispuesto a
suprimir tanto atropello,
con la vara
rúnica que le diera Odín
consiguió
detener sus desafueros.
Pese a los
peligros y a los monstruos
que el ladrón
introdujo en su camino,
el dios alcanzó
ileso la mansión maldita
y ató de pies y
manos al gigante,
obligándolo a
confesar sus crímenes.
El hechicero se
expresó de tal manera
que el Sol se
agazapó tras una nube,
la Tierra bramó
como los cíclopes
y los vientos,
brutalmente desatados,
aullaron como
lobos en la noche.
El mago pidió a Hermod mirar la lejanía
donde bajaba una
corriente inmensa
de sangre fresca
que inundaba el suelo.
Una mujer llegó
junto a un niño
que sollozaba
desvelado y triste.
Éste creció
rápido, y muy pronto
blandió el arco
y numerosas flechas.
El ladrón
explicó la profecía
y los ensalmos
hechos, augurando
que la sangre
era el pronto asesinato
del hijo más
amado por Odín.
Al mismo tiempo
aseguró proclive
que si el Tuerto cortejaba a Rinda,
única hija del
rey de los ruthenes,
el heredero
vengaría a su hermano,
neutralizando la
funesta profecía.