domingo, 29 de abril de 2012

Del libro "El cofre del pirata"


SUBASTA

–Ahora sí, apreciados asistentes:
Vamos a rematar este cráneo, perteneciente
a uno de los más connotados escritores.

Como pueden observar, el hueso frontal
tiene prominencias muy marcadas
debido a la brillante inteligencia
que acompañó al occiso.

Miremos detenidamente las fosas nasales,
cuyas características indican
una recta y bien desarrollada nariz
que el artista utilizó con eficacia
para oler los buenos y los malos versos.

Debido al tamaño de sus temporales
nos es dado pensar que el escritor
fue amante de la naturaleza
y versado en los oficios del mar.

Según esta cavidad, su masa encefálica
fue desproporcionada, y el maxilar superior,
junto con el inferior
cuyos cóndilos y escotaduras sigmoideas
presentan una morfología perfecta,
nos habla de su gusto por la buena mesa.

–¡Cien mil pesos por el cráneo!

–Es muy poco, señorita. Recordemos:
No todos los días tenemos en nuestra biblioteca
una hermosa calavera. ¡Y menos la de un poeta!

¿Quién aumenta la cifra?

Detállese la línea alveolar con su cuidada dentadura,
la espina de spix, la apófisis estiloides...
Todo de una perfección impecable,
sin el menor deterioro.

–¡Doscientos cincuenta mil!

–Ánimo las damas. Será un bello recuerdo
del hombre que tanto las amó.
Conocía la sicología femenina,
fue cantor infatigable de sus cualidades
y respetuoso de sus sentimientos.
Al comprarlo rendirán homenaje a los artistas
y la posteridad las premiará.

–¡Quinientos mil y me lo llevo!

–No se puede, señor. Haga otro esfuerzo.
Estamos en un momento crucial,
el tiempo apremia. Decídanse de una vez.

El cráneo está totalmente barnizado,
no le falta ni le sobra nada.
Los agujeros mentonianos,
infra y supraorbitarios,
son obras maestras de la genética.

Los orificios del conducto auditivo externo
demuestran una excepcional capacidad
para la música y el canto,
algo que puede comprobarse mirando los archivos
o leyendo su apasionante biografía.

–¡Un millón contantes y sonantes!

–Casi, casi, venerable anciana.
No se desanimen. Es la oportunidad de sus vidas.

Debe estar triste el poeta en la eternidad
viendo a sus lectores tan poco generosos,
contrariamente a lo que siempre demostró
en todas sus actividades.

Este cráneo ha sido conservado con esmero
desde hace treinta años
y es solicitado actualmente por científicos
y centros culturales de todos los países.

–¡Que lo partan y subasten los pedazos!

–¡Qué horror, excéntrico caballero!
Este cráneo es un tesoro.
Mutilarlo equivaldría a profanar su grandeza.
Gracias a la filantropía de nuestro director
podemos rematarlo, y eso
para hacer un monumento a la memoria del poeta.

–¡Diez millones y remátenlo!

–¡Magnífico! ¡Magnífico! Es una buena oferta.
¿Quién desea superarla? Reflexionen. Reflexionen.
Pasarán siglos antes de un hecho similar.
Los poetas son escasos
y no siempre tienen un cráneo tan bien cuidado.

Las cicatrices óseas que ustedes ven
no fueron debido al accidente
sino a pequeñas travesuras infantiles.
¡No valen la pena!

–¡Pago lo que sumen las ofertas anteriores!

–¡En horabuena, señora! Es usted inteligente.
Ha hecho la mejor oferta de la noche...
¡Silencio en la sala, por favor!

Respetables oferentes: Es el instante supremo.
Haremos el conteo regresivo
y si no hay objeción,
remataremos este cráneo
en la no despreciable suma de once millones
ochocientos cincuenta mil pesos...
Seis / Cinco / Cuatro / Tres / Dos...
Aún quedan posibilidades...

Veo a un caballero en el extremo del salón
que viene hacia el estrado.
Puede ser una sorpresa, trae un papel en la mano.

–Exactamente, señoras y señores.
Este documento que guardo con sigilo
desde que el poeta lo puso en mi poder,
contiene la única oferta respetable
que se ha hecho hasta el momento.

Voy a leer para corroborarlo.
Dice así:
Yo, cuyo nombre aparece en esta declaración,
en uso de todas mis facultades, decido:
Dejar mi calavera como prueba de amistad
al poeta Jaime Jaramillo Escobar,
para que la conserve, si a bien tiene,
sobre el escritorio de su biblioteca.

Si el poeta Jaramillo Escobar
muere primero
o no puede por alguna circunstancia
hacerse cargo de ella,
debe ser entregada a una institución
que investigue seriamente
los efectos prácticos de la poesía.

Firmado: Verano Brisas,
Medellín, Colombia, junio 4 de 1987.

sábado, 28 de abril de 2012

Del libro "El cofre del pirata"


OLAFO

Qué habría sido de mí sin tu presencia.
Qué insípidos los años, los meses y los días.
Cuánta soledad si no hubieras compartido
tus excursiones a Italia, con una semana
de saqueo en Roma y una escala en París
para beber y hacer bellaquerías.

¡Siempre soñaste con arrasar a Europa!

Holanda fue tu víctima inocente.
Irlanda sufrió el golpe de tu maza.
Suiza no escapó de tu barbarie.
A Inglaterra la invadiste muchas veces
como a tantos otros lugares.

En Asia llegaste al país de las serpientes
que danzan al silbo de la flauta,
a la tierra donde el clima
conserva la carne y las verduras
aun en el verano,
al pueblo donde las mujeres saben
el secreto de los siete velos,
a las islas donde ofrecen guirnaldas al turista.

Buscaste las esquinas del planeta
convencido de que el mundo era una mesa
repleta de manjares y de vinos.
Luchaste fiera y decididamente
contra el basilisco,
ganando confianza y gratitud
de algunas de tus víctimas.

Por la flor del olvido Aura Lotus,
en Idalandia, país del no retorno,
contra el terrible Horacio,
el más duro de todos los guerreros.

Recuerdo como si fuera ahora
esas batallas junto a los castillos,
con catapultas bajo nubes de flechas
que dejaban tu escudo perforado,
las enormes calderas de agua hirviendo,
o de aceite,
derramadas sobre tus ejércitos.

Jamás olvidaré cuando exponías el pellejo
cuerpo a cuerpo contra temibles matones,
aun a riesgo de ser estrangulado
o romperte alguno de tus huesos.

En tu velera nave –como dice La Odisea–
zarpabas con tus valientes muchachos
decididos a todo
mientras no fuera posible lo contrario.

Un sentido de orientación particular
y una sed insaciable de pillaje
guiaron tus constantes aventuras
por mares, bosques, desiertos
o azarosos precipicios,
confiando en que el whisky y la cerveza
serían amuletos contra la desgracia.

Tus compinches robaban al vencido
mujeres y otras minucias,
mientras tú, con pragmática filosofía
raptabas al cocinero.

Jurabas que la madera flotaría
hasta morir los astros en el cielo,
que el futuro sabría de tus guerras,
honores y conquistas
por los sedosos brocados,
bebidas y quesos deliciosos
que forzosamente compartías
con el recaudador de impuestos.

Defendiste la gula y la pachanga
como cualquier sinvergüenza.

Cuando la suerte no te acompañaba
presionabas los hechos exigiendo vales
pagaderos en la próxima invasión.

Negaste ternura a tu consorte Helga
pero fuiste generoso en ofrecerle trabajo.

A Hamlet, joven de baño diario,
lectura sin descanso,
partidario de hacerse motilar,
no lograste comprenderlo.

Astrid, que a sus dieciséis años
continuaba soltera,
a pesar de tantos pretendientes
y la duda entre ser ama de casa o guerrera,
esperó más atención de parte tuya.

Chiripa, primero como segundo de a bordo,
el idiota más afortunad de la historia,
mano derecha en todos tus aprietos,
jamás explicó por qué era zurdo.

El doctor Zocotroco, autoridad sin réplica,
inspirado consejero, creador de la sala de espera
y famoso en todo el mundo
por sus aportes a la ciencia médica.

Siripo, inteligente y leal,
portador de las mejores cualidades caninas
en la península escandinava.

Lucio, caballero nacido a media noche
en la edad del oscurantismo,
gobernante de la Selva Negra.

El viejo barco,
sin el cual no habrías sido ni bracero
en el más humilde de los puertos nórdicos.

Tu joven tripulación:
Uno para todos y todos para uno
decías en los momentos cruciales,
siempre que ese Uno fueras tú.

Menos mal que Dios en su infinita sabiduría
dio a la pobre Helga ideas para el desquite:
Cuando el Sol de verano se posaba
en la montaña de Thor
y la excitación hacía presa de la gente,
ansiosa por observar la proeza,
cada 14 de julio,
ella, refregando tus espaldas
te dejaba más limpio que la brisa
y más lustroso que los cerdos,
o te hacía dormir a la intemperie
después de tus enormes francachelas.

Aunque no aprendiste a leer
fueron suficientes saco, escudo y maza,
hacha, lanza y espada para tus desvaríos,
sin descartar los cuernos que nunca te faltaron.

Cuando dijiste a Hamlet
que En tiempo de los apóstoles
había unos bárbaros
que se subían a los árboles
para matar los pájaros,
muchos pensaron
que además de analfabeto eras bruto.

¡Yo nunca estuve de acuerdo!
Con ello demostrabas
tu refinada calidad poética.

Leí acerca de tu ancestro lapón y finés,
de tus fonemas derivados de las Runas,
de la pasmosa habilidad
que tenías para el comercio,
lo mismo que otras muchas cualidades
de tu vida y circunstancias.

Dejo, sin embargo, a la posteridad
la reseña de tus viajes y diabluras
en el recuerdo de aquellos que vivimos
con humor y buena voluntad,
hasta el día en que la Gran Recaudadora
llegue a cobrar con su guadaña
el más temido de todos los impuestos.

domingo, 22 de abril de 2012

Del libro "El cofre del pirata"


POR TERRITORIOS DE ALÁ

Cuando el Sol cada mañana
riega sus delicados tonos
sobre las dunas y montes de Hedjaz,
tierra de exóticos paisajes
entre el Éufrates y el Nilo,
solitario imagino desde América
las modernas cintas de asfalto
que, partiendo de Medina
por las rutas de antiguas caravanas,
conducen a Damasco.

En el candente desierto
vislumbro aldeas, oasis y arroyadas
impregnando con su atmósfera
monolíticos restos preislámicos;
imponentes sepulcros nabateos
de duros triglifos y pilastras
que invitan al asombro
hasta perderse en las rocas.

Indómito pueblo de Ismael:
Qué bueno es hacer parte de tu historia
con los demás descendientes de Abraham.

miércoles, 18 de abril de 2012

Del libro "El cofre del pirata"


SINTRA

Mi espíritu aún no se ha embriagado
con tus castillos moros repletos de alminares,
torrecillas y cúpulas, como lo hiciera Byron.
Tus verdes escalones
enmohecidos por el tiempo,
no han recreado mis pasos
ni mis ojos ansiosos de belleza.
En mis libros y en la imaginación
eres juguete extraviado de la recia Lusitania.

Cuánto diera por estar en la Sala de los Cisnes
escudriñando techos,
paseando en coche por tus calles
o escrutando manuscritos en la Biblioteca Municipal.

Cuando Francis Cook,
súbdito inglés de riqueza legendaria,
construyó sus jardines para enjoyar Monserrate,
se limitó a cumplir con lo que tenía que hacer.

Todo a tu alrededor
es digno de reyes, poetas y pintores.

A sólo 30 kilómetros de Lisboa
emerges nítidamente como perla contra el Sol,
tu clima es agradable y la lluvia generosa.

La vieja panadería, cerca del Ayuntamiento,
me torna un poco nostálgico
vendiendo sus tortas por más de siete siglos.

Ostentas sin duda una cultura milenaria;
lo confirman, según documentos de 1758,
tus doce cofradías,
siete conventos y cuarenta y cuatro ermitas.
Lord Byron te nombraba como Mi glorioso edén.

La humedad de tus altos y nudosos árboles
destilando suaves gotas de agua
no es más que un homenaje a tu frescura.

Quisiera, oh Sintra, continuar mis descripciones
y devorar pronto, si no muero,
todas las distancias que alejan tus encantos.