sábado, 12 de noviembre de 2016

Del libro "Voces de mar y tierra"






AFRODITA

Diosa de mil historias plagadas de misterio,
cuyos múltiples orígenes hallamos en los mitos,
igual que las acciones que allí se representan
para gloria y desgracia de dioses y de hombres.

Nació de los genitales mutilados de su padre,
según cuenta una leyenda bastante conocida,
cayendo luego al mar, donde volviose espuma
cambiante, blanca y suave, a veces cristalina,
de acuerdo con su forma y esencia celestiales.

Flotó en el agua sobre una hermosa concha,
mientras las olas la mecían fascinadas
y las aves, alegres, junto a los Tritones,
las Nereidas y otras deidades marinas,
admiraban su silueta tentadora y fresca.

Con gran cuidado, el viento del oeste,
empujó la nave hacia la isla de Chipre,
llegando a tierra por primera vez,
después del viaje inaugural, perfecto.

Allí fue recibida por las Horas,
quienes la perfumaron y ciñeron
con guirnaldas de rosas nacaradas,
en cuyo anverso anidaban con ardor
el Deseo, el Pudor y la Esperanza,
juramentos, disputas y perdones.

Al reverso,
las Erinias mostraban la perfidia,
los celos, la traición, la hipocresía,
además de otras pasiones deletéreas
y dolorosas para los abandonados.

Cuando subió al monte sagrado,
todos admiraron su sensualidad,
menos las divinidades femeninas,
que padecieron aberrante envidia.

El dios del Olimpo y de lo humano,
vengativo ante el rechazo de la diva,
decidió casarla con el rudo Hefesto
como premio por su rayo destructor.

Pero la diosa del placer y la belleza,
no pudo amar un ser tan feo y cojo,
dando rienda suelta desde entonces
a su infidelidad, con el veloz Hermes,
el belicoso Ares, el alegre Dioniso,
y con Adonis y Anquises, los mortales.

Destrozada por la muerte del más bello
mojó los pétalos que adornaban su frente
con sangre del joven amado, ya sin vida,
impregnando de rojo su pasión truncada.

Al recibir de Paris la fatídica manzana
provocó gran escándalo en los dioses,
que acabaron perdonando sus deslices,
porque ninguno resistió con heroísmo
la implacable calidez de sus encantos.

Cuando cruza las praderas, sus cabellos
juegan con la brisa como palomas tiernas,
mientras tigres y leones se posan a sus pies
para frotarse el lomo como gatos felices,
y las flores, que ofrecen sus pétalos al aire,
saturan el ambiente de fragantes suspiros.

Afrodita la eterna, Afrodita la hermosa:
regálame la linfa de tu cuerpo ambarino,
para llenar mi boca con el cálido jugo
de tu gruta rosada y tu pubis divino.