viernes, 16 de noviembre de 2012

Del libro "León hambriento el mar"



PAMIR - 1957

Con cuatro fustes sosteniendo su velamen
y una eslora superior a los cien metros,
este bello mastín de los océanos
no logró mantener la compostura,
pese a la orden terminante
que rugió su capitán desde el castillo:
¡A degüello las velas, de inmediato!

Pero no eran ya las lonas sólo lonas
sino globos hinchados, gigantescos,
y el velero, escorando hacia babor,
no alcanzó a superar aquel apuro
como en otras ocasiones peligrosas.

Con tazas de café y zumo de frutas,
con botellas de whisky y cigarrillos
ofrecidos por el parco cocinero,
fueron siendo atendidos los marinos,
hasta ver la enloquecida cafetera
rodando por cubierta y dando tumbos
mientras iba a perderse entre la espuma.

En mitad de los trapos desgarrados
se incrustaron las olas y los vientos,
llevándose al Pamir como rehén
con ochenta tripulantes hacia el fondo.

Sólo seis alcanzaron a salvarse
por la ayuda oportuna de unos barcos
y la búsqueda tenaz de la aviación.

Del libro "León hambriento el mar"



UI-33 - 1944

A 33 metros de profundidad
33 hombres,
en tanto degustaban su sake,
se miraron convencidos de que el 3
tarde o temprano les daría mala suerte.
Por lo tanto la tragedia era segura
aun comiendo su plato de pescado
ahuyentador de presagios y de muerte.

Ya pasadas las 3 de la mañana,
en aquel último 13 de su vida,
un mecánico gritó con voz aguda:
¡Agua en la torreta! ¡Agua! ¡Agua!
mientras iban directos hacia el fondo
inundados por el pánico y el ruido.

Qué corta es nuestra vida, dijo Okada.
No todo está perdido, respondió Yokoi.

El mundo se hizo negro alrededor
cuando empezaron su giro en espiral
hasta emerger como plumas sobre el agua.

Nadar, nadar, sólo nadar
fue la consigna que se dieron en silencio,
sin saber cuánto tiempo tardarían
para ver el espejismo de un crucero
que izara sus cansancios a cubierta.