L O K I
Deidad del mal,
del fuego y la malicia,
embrujador
encubierto y mentiroso,
espíritu en un
principio de la vida,
luego amasijo de
demonio y dios.
Príncipe ladino,
artista del enredo
y murmurador de
todos los esir,
no fuiste
hermano medio de Odín,
ni siquiera su
pariente más lejano,
aunque hayas
prometido lealtad
en sus regios
palacios celestiales.
Tu lúdica
encandilaba y apetecía
porque supiste
bromear con todo,
mostrándote
alocado y bullanguero,
contrario a Thor, iracundo y rugidor.
Intrigaste de manera
persuasiva
y deleitaste realizando
pilatunas
con tu talante
risueño y engañoso,
mientras
despojabas tus colegas
en la primera
ocasión.
Decisivo en la
creación humana
hiciste con la
sangre de tus venas
que surgieran
fortísimas pasiones;
te vimos con el
dios del Trueno
viajando a
través de los relámpagos,
secundado por la
chispa y por la llama.
Fuiste el
carterista de las diosas,
robándoles a
varias sin pudor:
A Freya su collar resplandeciente
y a Sif su brillante cabellera.
Traicionaste sin
vergüenza a Idun,
y a Glut, tu esposa en un principio,
le diste un par
de singulares hijas.
Crepitaste en
las viejas chimeneas
de numerosas
familias boreales,
hiriendo sin
piedad viejos y niños,
que dejabas
aterrados y dolientes
sobre fiordos de
bordes abismales.
Sedujiste a la
vidente de la angustia,
la ruda y
gigantesca Angur-boda,
engendrando a Hel en sus entrañas,
diosa implacable
de Niflheim,
a la temible Midgar y al lobo Fenris,
sin contar otras
mujeres y otros hijos
que llenaron de lágrimas
la Tierra.
Pese a tus
argucias y querellas
te amamos porque
fuiste decisivo
para la vida de
toda la Península,
que ha sabido
sentir en su interior
el palpitar de
un mundo inagotable,
cercano a los pasillos
de la eternidad.