SALOMÓN Y
LA REINA DE SABA
Soñada y
prudente mujer de los mil rostros
cuya
estirpe regia se disputaron los pueblos.
Maga de las
antiguas ciudades,
cuyo
recuerdo crece con el tiempo
igual que
la leyenda del sabio rey Salomón.
Aún
sentimos el fuerte aroma de los camellos
cargados de
oro y piedras preciosas
con rumbo a
Jerusalén,
y el brillo
de su imagen impregnando
treinta
siglos de guerra permanente.
Soberana
del Mediodía para el maestro Jesús,
surgida en
los confines de la Tierra
dice San
Mateo.
En catedrales
de Francia, Inglaterra y Alemania
se le ve
como reina muchas veces,
aunque
muestre su pezuña bajo los vestidos.
Para el
Corán es maestra de los genios,
y Reina
Madre para los etíopes.
La cita
Colón ante los tribunales, y Toscana
la llama
profetisa de la verdadera Cruz.
En las
riberas del Bósforo
Gerardo de
Nerval escucha relatos de la soberana
en noches
de Ramadán,
entre los
humos espesos de un cabaret de Estambul.
Dice
Flaubert que tentó a San Antonio en la Tebaida,
desapareciendo
enseguida
con su
extraño caminar por el desierto.
Cuentan que
a Salomón
todos los
reyes de Arabia le enviaban sus presentes
y la Tierra
entera deseaba contemplarlo,
pero él
sólo anhelaba la bella reina de Saba.
¿Cómo
escucharían las dunas sus plegarias?
¿En qué
forma sus proverbios llegarían
a través de
los mares y los vientos?
El
esplendor de Balkis lanzaba sus perfumes
más allá de
las ruinas de Marib,
y con sus
chivos de larga cornamenta
gozaba
castigando los templos de la Luna.
Soñada y
prudente mujer de los mil rostros,
cuya
estirpe regia se disputaron los pueblos.