martes, 1 de abril de 2014

Del libro "Poemas montaraces"



HOJARASQUÍN DEL MONTE

Aparezco en formas muy diversas
protegiendo bosques y animales,
sementeras y todo lo selvático;
me cubro con líquenes y helechos,
flores silvestres, hojas y bejucos
que me coronan como dios mayor
de los fértiles Andes colombianos.

Árbol caminante, quizás monstruo,
a veces mitad hombre, mitad asno
cuando no colosal simio peludo,
fui engendrado por alguien lujurioso
que se unió carnalmente a una bestia.
El vestido lo adquiero revolcándome
en la miel que derraman las colmenas.

Cuando alguno me parece bien
lo encamino por rutas verdaderas,
pero en el caso contrario
lo dejo en mitad de la espesura
para que muera por inanición.

Al talar los colonos el boscaje
me oculto en forma de tronco seco
hasta que brote de nuevo la floresta,
momento en que vuelvo a levantarme
para sorpresa y terror de los intrusos.

Entre musulmanes y españoles
tengo un primo parecido a mí,
y los indios guaraníes me suponen
peludo como soy, en forma humana,
devorando animales que les robo
a imprudentes y furtivos cazadores.

Si espantaban los sátiros en Grecia
con sus cuernos y orejas puntiagudas
a pávidos o intonsos caminantes,
también yo con mi musgoso cuerpo,
mis ramas, mi hojarasca y mis bejucos,
mis helechos y pezuñas de venado,
aterro sin piedad cuando aparezco
a los que quieren destruir el monte.

Soy la fertilidad aunque me teman,
pero ayudo y protejo a los honestos
que aman y respetan fauna y flora,
porque encarno espirituales fuerzas
que son vida y esencia de los bosques.

Del libro "Poemas montaraces"



PATASOLA

Con la Madremonte, mi colega,
soy uno de los mitos más temibles
que tiene el territorio andino.

Como mi nombre lo indica,
camino veloz en una pata
terminada en pezuña de bovino
o cualquier otro rumiante,
puesta al revés para despiste
de pesados y astutos seguidores.

Amiga de animales montaraces,
los defiendo feliz de los intrusos
porque poco me agradan los humanos
(leñadores, mineros, pescadores,
caminantes, cazadores y colonos),
que se adentran en la selva virgen
dañando lo que encuentran a su paso.

Cambio de forma cuando quiero
y me vuelvo mujer de un solo seno,
ojos desorbitados, boca inmensa,
cabellera greñuda, labios abultados,
nariz ganchuda, colmillos de felino
y muslos que acaban en mi pata sola.

Soy engañadora de los hombres
que conduzco a mitad de la espesura
para desorientarlos y reírme de ellos
por lo estúpidos que siempre han sido.

Los atraigo para hacerles el amor
y cuando están en pleno éxtasis
les arranco la carne de los huesos,
antes de esparcirlos con mi furia
por diferentes lugares del entorno.

Me convierto en perra grande y negra,
de orejas largas, sucias y muy feas,
o en vaca igualmente aterradora
que descuaja los árboles frutales,
rompe cercas y destruye techos,
además de otros males silenciosos
que realizo con mi pata demoníaca.

Me fastidian los sembrados de maíz,
yuntas de bueyes y recuas de arriería;
bebo sangre de los niños que secuestro
antes de botarlos sobre la hojarasca,
y despisto los perros en las tardes
cuando borro las huellas de sus presas.

Tengo detractores y enemigos
desde la noche en que maté a mi hijo,
y desnuda camino en despoblado
dejando huellas de mi pata sola.
Imaginan que fui mujer hermosa,
pretendida por jóvenes y viejos,
aunque perversa, libertina y cruel.

Dejé pronto a mi marido solo
y él fue quien me cortó la pierna
de un simple y certero machetazo,
al darse cuenta que me fui a vivir
con el patrón de la hacienda.
Desde ese día mi espíritu, penando,
deambula perdido entre matojos
dando gritos en busca de consuelo.

Odio a los cristianos por hipócritas
y me ofuscan sus modales retorcidos,
sus herramientas y demás haberes
como el hacha, la garlopa, el azadón,
el machete, la tusa y la candela.

Los campesinos de todas las regiones,
para aliviar sus tristezas y sus males
buscan la Uña de la gran bestia,
que es apenas un trozo de pezuña
de mi pata monstruosa y caminante.

Importante y genial soy como mito,
igualando a los aztecas y a los mayas,
los africanos, los griegos, los hindúes,
los nórdicos, los incas y australianos,
y diosa de la furia contra el hombre
que ciego intenta destruir la Tierra.