EL SANTO PREPUCIO
No
tienes que viajar para encontrarlo.
¿Cómo
saber si María Magdalena
lo
conservó hasta la muerte,
lo
vendió por un buen precio
al
jefe de una rica caravana
o
se lo tragó por amor
en
uno de sus arrebatos lúbricos?
Son
innumerables las especulaciones,
y
las certezas… ninguna.
Hay
quienes dicen que reposa oculto
en
las profundidades del Vaticano
(basílica
de San Juan, de Letrán),
en
la de Santiago de Compostela,
en
la iglesia de Charroux, en la de Amberes,
y
hasta en una de Bolonia, Brujas o París.
Otros
aseguran que la emperatriz Irene de Bizancio
se
lo entregó a Carlomagno como regalo de boda.
Incluso,
están los que juran que una anciana
después
de lacerar el celestial capullo,
lo
sumergió en aceite de nardo y lo donó a su hijo
traficante
en perfumes,
con
la expresa prohibición de comerciar con él.
Teólogos
hubo que vieron el sagrado capuchón
girando
anilladamente alrededor de Saturno
y
santas que soñaron con él entre sus labios,
afirmando
que sabía más sabroso que la miel.
En
todo caso, siendo el Espíritu Santo
quien
lo puso en el inmaculado útero de María,
es
posible que repose en una de las arcas celestiales,
para
placer y provecho de once mil y tantas Vírgenes,
igual que admiración de serafines y arcángeles.