VIGESIMOSEXTO
YO
Cuando
todo era amorfo y metafísico
hice
la separación de Cielo y Tierra
para
dar vida a las tribus australianas.
Formé
el Sol, la Luna y los planetas,
y
al hallarme demasiado solo
tomé
un puñado del naciente barro
para
imprimirle concreción humana;
le
di larga y pulida cabellera
con
las hojas rojizas en otoño,
y
bellas como luz de la mañana.
Le
enseñé a cantar y a danzar
por
medio del rito y de la fiesta,
y
con mi magia le mostré las cosas
que
subyacen palpitantes siempre,
allí
donde el mundo microscópico
se
conecta con el cosmos infinito.
Al
captar esta esencia le ordené
perpetuarse
en aquellos que seguían
mis
eternas y sabias enseñanzas,
para
satisfacción personal
y
seguro talismán en la tristeza,
contra
el imperio de los fallecidos,
que
insisten en sus negras acechanzas
como
recuerdo de los tiempos idos.