lunes, 19 de mayo de 2014

Del libro "Poemas siderales"



URANO

Por lo lejos que me hallo de mi padre
fueron necesarios
grandes telescopios para descubrirme.
Parecido a mis hermanos mayores,
soy el tercero en estatura,
y pese a mi cuerpo gaseoso,
tuve sana descendencia
y un sistema de anillos importante.

No soy perezoso aunque vivo recostado,
y mi cabeza, con la punta de mis pies,
se encuentran sometidos siempre
a grandes lapsos de luz y oscuridad,
por una colisión cuando empecé
mi existencia en la mansión celeste.

Mi campo magnético tiene singularidades
y se inclina 59 grados
respecto al eje de mi rotación,
pero no me molesta para nada.

Mi atmósfera de helio
e hidrógeno molecular, como en Saturno y Júpiter,
tiene relaciones semejantes
a las del rey del Sistema donde habito.

Como en la Tierra,
los vientos que me azotan
transitan rutas contrarias y a mayor velocidad,
con mi giro en las altas latitudes,
y en las bajas de manera opuesta.

Los nombres de mis hijos son exóticos:
Umbriel, Miranda, Ariel, Titania,
los más grandes, sin contar los niños
allende mis anillos exteriores.

Navego con mi hielo corporal
en los extramuros de la Vía Láctea,
dominado por las grandes bestias
de mundos aún desconocidos,
en esa inmensidad glacial y negra
que llamaron universo los humanos.