miércoles, 16 de abril de 2014

Del libro "Poemas montaraces"



LA VIUDITA

Como María la Larga, mi colega,
soy uno de los mitos pueblerinos
que tiene sus raigambres en Nariño
y otros sitios del suroeste colombiano.

Me imaginan una vieja setentona
envuelta en su mantilla verde
y un vestido negro que le cubre
de la cabeza a los pies.

Con caminar menudo y rápido
me desplazo por callejas y jardines
en busca de sótanos profundos
y sacristías recién abandonadas,
presagiando muertes y desgracias
a los crédulos y obtusos pobladores.

Acostumbro transportar borrachos
hasta el último rincón del cementerio,
dejándolos allí muertos de miedo,
aunque suelo contentarme a veces
con asustarlos de regreso a casa,
al hallarlos muy tarde de la noche
en lugares sin ningún provecho.

Aliñarme es mi deporte preferido,
igual que alborotar mis naguas,
pero al verme delante de un espejo
todos se dan cuenta, estremecidos,
que soy apenas una horrible calavera
cuyas cuencas y boca desdentada
lanzan llamas quemantes y mortíferas
de manera demoníaca y permanente.

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