sábado, 8 de diciembre de 2012

Del libro "Libro nuevo"



NUESTRA VECINA ANDRÓMEDA

Un ejemplo escalofriante viene dándonos
esta vecina de nuestra Vía Láctea,
al querer engullir sin compasión,
en nocturnos y orgiásticos banquetes,
a sus pequeñas compañeras espaciales.

Los acuciosos detectives estelares
tienen pruebas de su voracidad,
para constancia del sórdido pasado
y su bulimia insaciable y destructora.

Varias enanas de los predios cósmicos
intentan escapar de su apetito infausto
mientras miran las fauces tenebrosas,
cuyos vestigios de astros no propician
la menor incertidumbre de sus gulas.

Se ha descubierto, hasta la fecha,
su voraz galactofagia milenaria
y unos restos, parcialmente digeridos,
flotando dispersos por las nebulosas.

En un futuro, no demasiado cerca,
nuestro brillante Camino de Santiago
chocará con su violencia enorme,
sin que haya vencedores ni vencidos
en esa gigantesca batalla sideral.

Digamos mejor que un nuevo monstruo
surgirá de la siniestra colisión,
aunque poco representa para el caos,
cuyo tiempo y espacio nada sufren
en el vasto universo que habitamos.

En tanto me pregunto, ¿cómo hacer
para que en este planetita diminuto,
unos seres que se dicen “hombres”,
no se ataquen, asesinen y devoren
como lo hacen los colosos del espacio
con sus instintos de bestialidad?

Del libro "Libro nuevo"



INTERNET

Los intelectuales,
académicos y burócratas
deben importarnos un pepino
en nuestra diaria creación artística.

Escribir lo que nos venga en gana,
cuando nos dé la gana,
como nos dé la gana,
donde nos dé la gana
sin pedirle permiso a los imbéciles,
debe ser nuestra consigna cotidiana.

Ellos que se metan sus conceptos,
su risita y su desprecio por el sur
mientras vivimos nuestra bastardía,
más noble y legítima que toda
su cháchara sin alma, y decadente.

Lo que sí necesitamos es talento,
estudio, trabajo y disciplina
si queremos proyectarnos en el tiempo
más allá de los problemas personales,
que no importan al lector de nuestros libros.

Afortunadamente disfrutamos
de un ente global y democrático
donde podemos publicar nuestros escritos
sin la venia de pontífices tartufos
que pretenden castrar nuestra locura
con sus críticas estúpidas y sosas.

Es algo que lo abarca casi todo,
sin censurar ni preguntarnos nada,
sin prometernos nada;
un milagro de las comunicaciones,
presentes y futuras,
cuyo nombre de pila es Internet.