sábado, 19 de julio de 2014

Del libro "Por si las moscas"



APARTAMENTO 1602

Habitaré este apartamento mientras viva
si el arrendador no decide lo contrario,
pese a tener dos goteras persistentes:
una en un rincón de la cocina
y otra en la puerta principal,
que han cedido después de repararlas,
aunque no lo suficiente.

Lo demás es aceptable,
salvo acabados y puertas interiores
que dejan un sabor desagradable
cuando se miran con detenimiento.

Aquí vivo a plena luz y a plena brisa,
pues procuro tener abiertas las ventanas,
incluso por las noches. Si despejadas,
para dejar que la Luna y las estrellas
iluminen mi rostro mientras duermo
o me hundo en profundas reflexiones.
Si tormentosas,
para mirar a través de los cristales
los destellos con patas de gallina,
escuchar la tronamenta que prosigue,
el viento que brama contra los edificios
y dialogar con los gruesos goterones
que atacan alevosos las amplias celosías.

Emocionante es observar el universo
tan cerca de mi alcoba, y dialogar con él
sobre asuntos que a los dos nos pertenecen.
En ese instante la soledad se olvida
como un cuento de hadas inseguras
y sordas al lenguaje de los elementos,
desatados por furias ancestrales
o los dulces cantares de la placidez.

Sería deleitoso compartir entonces
tantas deslumbrantes experiencias
con una mujer inteligente y bella,
cuyos afanes pornoeróticos
estén aprisionados por la ensoñación,
pues para sexo, ¿únicamente sexo?,
me basta y me sobra con las putas,
económicas y menos complicadas
que ciertas relamidas señoras de la casa.

O en su defecto, regalarme a mares
una paja de padre y señor mío,
en presencia de un cielo huracanado,
cuando no frente a la blanca Luna,
el coqueto parpadear de las estrellas,
las remotas y arcanas nebulosas,
los míticos rostros de las constelaciones
y el nítido espinazo de nuestra Vía Láctea.