APARTAMENTO
1602
Habitaré
este apartamento mientras viva
si
el arrendador no decide lo contrario,
pese
a tener dos goteras persistentes:
una
en un rincón de la cocina
y
otra en la puerta principal,
que
han cedido después de repararlas,
aunque
no lo suficiente.
Lo
demás es aceptable,
salvo
acabados y puertas interiores
que
dejan un sabor desagradable
cuando
se miran con detenimiento.
Aquí
vivo a plena luz y a plena brisa,
pues
procuro tener abiertas las ventanas,
incluso
por las noches. Si despejadas,
para
dejar que la Luna y las estrellas
iluminen
mi rostro mientras duermo
o
me hundo en profundas reflexiones.
Si
tormentosas,
para
mirar a través de los cristales
los
destellos con patas de gallina,
escuchar
la tronamenta que prosigue,
el
viento que brama contra los edificios
y
dialogar con los gruesos goterones
que
atacan alevosos las amplias celosías.
Emocionante
es observar el universo
tan
cerca de mi alcoba, y dialogar con él
sobre
asuntos que a los dos nos pertenecen.
En
ese instante la soledad se olvida
como
un cuento de hadas inseguras
y
sordas al lenguaje de los elementos,
desatados
por furias ancestrales
o
los dulces cantares de la placidez.
Sería
deleitoso compartir entonces
tantas
deslumbrantes experiencias
con
una mujer inteligente y bella,
cuyos
afanes pornoeróticos
estén
aprisionados por la ensoñación,
pues
para sexo, ¿únicamente sexo?,
me
basta y me sobra con las putas,
económicas
y menos complicadas
que
ciertas relamidas señoras de la casa.
O
en su defecto, regalarme a mares
una
paja de padre y señor mío,
en
presencia de un cielo huracanado,
cuando
no frente a la blanca Luna,
el
coqueto parpadear de las estrellas,
las
remotas y arcanas nebulosas,
los
míticos rostros de las constelaciones
y
el nítido espinazo de nuestra Vía Láctea.