viernes, 7 de febrero de 2014

Del libro "Poemas escandinavos"


GERDA

Frey se aventuró en una ocasión
hasta donde Odín tiene su trono,
desde cuyos balcones se divisa
la caprichosa vastedad del mundo.

Mirando hacia el Norte descubrió
la casa de un gigante de los hielos,
donde vio la más tierna doncella
con una mano sobre el picaporte.
Supo que Gerda era su nombre,
símbolo de la luz del Septentrión,
más conocida como aurora boreal.

Quedó profundamente enamorado
y se sintió distraído y melancólico,
con un comportamiento tan extraño
que mermaron su encanto y su salud.

Al verlo en tal estado, Skirnir,
servidor eficiente y generoso,
prometió conquistar la deseada
en nombre de su amo entristecido,
si éste le daba su radiante espada,
y el caballo de crines amarillas.

Siendo aceptado su requerimiento,
guardó el retrato más bello de su dios,
once manzanas y el anillo mágico.

Llegando a la morada del gigante
oyó ladrar muchos perros furibundos,
regentes de los vientos congelados.
Espoleó el corcel con mayor fuerza
hasta situarse donde estaba Gerda,
para ofrecerle la imagen de su amo,
los dorados frutos y el anillo mágico.

Ella insolente rechazó la ofrenda
arguyendo que su padre era más rico.
Entonces Skirnir usó la hechicería
para impactar a la insensible diosa,
que asustada por el nuevo ardid
prometió unirse con su pretendiente
tan pronto pasaran nueve noches,
para amarlo y hacerlo muy feliz.

La espera llegó bien pronto al fin
y Frey pudo marchar hacia la fronda
donde Gerda lo esperaba ansiosa,
con el fin de otorgarle apasionada
los placeres que Freya nunca niega
a los ilusos prisioneros del amor.

Del libro "Poemas escandinavos"



UN AMIGO MUY ESPECIAL

Un antiguo y noble amigo mío,
perteneciente a la raza de los vanas,
divinidades del aire y de las aguas,
recibió de regalo por su primer diente
la Tierra de las Hadas, vista siempre
como patria de los elfos de la luz.
Es el monarca de los rayos del Sol
y de las cálidas lluvias de Verano.

Habita en su palacio con aquellos
que le obedecen sin contradicciones.
Con su espada, don de sus mayores,
tan pronto la desenvaina vence
a los gigantes de los páramos,
que odia tanto o más que Thor.

Los enanos le regalaron un jabalí
cuyas cerdas amarillas simbolizan
los poderosos mensajeros solares
y el grano que madura en las cosechas,
cuando el sacro animal rasguña el hielo
con su brillante colmillo puntiagudo,
para que todos reinicien los arados.

A veces monta en su dorada bestia
cubierto de oro, de flores y de frutas
que van surgiendo en la rojiza tierra.

Así es mi amigo, el enrazado en vana,
quien posee un barco que navega
sobre todos los mares del planeta
con vientos propicios y constantes,
al que achica o agranda a voluntad
con el fin de transportar los dioses
que viajan con enormes equipajes
por las aguas del ceñudo Norte,
o lo guarda discreto en el bolsillo
como una servilleta bien doblada,
según sus aficiones y necesidades.