martes, 14 de enero de 2014

Del libro "Poemas de un esquizofrénico"



CUADRAGESIMOSÉPTIMO YO

Aliento el espíritu del cosmos
como mago de los esquimales,
poseído por la esencia misteriosa
que guardo en mi doliente corazón.

Defiendo los derechos de la tribu
para que viva y pesque sin pesares,
mientras intento mejorar el clima.

Emprendo mi periplo hacia el océano,
donde visito la diosa de las aguas.
De regreso al iglú (sellado por el viaje)
comunico el mensaje de los dioses.

Si hay que trasladar los campamentos
a territorio donde la caza es segura,
dejo rodar la vida como en antiguos tiempos,
para que las tribus no padezcan las penurias
que tanto les preocupa, sin faltarles la razón.

Del libro "Poemas de un esquizofrénico"



CUADRAGESIMOSEXTO YO

Prisionero en una isla
de costas acantiladas,
donde no atracan los barcos,
vivo allí sin ilusiones
porque no existe ni un puerto.

Está unida al continente
por un istmo intransitable,
debido a las erupciones
de numerosos volcanes.

Los aviones que despegan
con dirección a la misma,
son atacados por pájaros
de tamaño gigantesco,
y por guardianes que miden
treinta o más metros de altura
en sus caballos de nubes.

La autocracia gobernante
desde el siglo XVII,
es igual o más podrida
que todas las anteriores,
con guerras intermitentes,
golpes de estado y masacres.

El soberano lo niega
de manera intransigente,
diciendo que los ingleses
somos simples sabandijas
que vivimos copulando
sobre el lomo de la Tierra.

Dice también ese rey
que la imprenta fue creada
compitiendo con los chinos,
aunque eso no puede ser,
porque él es analfabeta
y apenas tiene dos libros,
que ya fueron revisados
por el sabio Gulliver.

La consorte del monarca
se apegó tanto al enano
que lo volvió su mascota,
llevándolo a recorrer
muchos sitios del país.

Y todas las cortesanas
que retozaron con él,
se presentaban desnudas
sin el menor disimulo.

Pero el bello visitante
fue rescatado en el mar,
cuando un ave de rapiña
lo abandonó, por fatiga,
en una caja que había
sustraído de la costa,
mientras la reina viajera
descansaba sin el reo.

Fue trasladado a Inglaterra
por el oportuno barco,
y allí narró su aventura,
que nadie quiso creerle
aunque mucho lo intentó.

En cambio yo sigo aquí
sin esperanza ninguna
de obtener la libertad,
que sí consiguió el enano
por un golpe de fortuna
que no se acordó de mí.