martes, 29 de abril de 2014

Del libro "Poemas siderales"



LA CUNA DE LA ASTROLOGÍA

Fuera de Sin (Sol) y Shamash (Luna),
que viajaban por los senderos de Anu,
existían cinco seres autónomos y brillantes
desplazándose por esa franja del cielo;
su intensa luz y libertad de movimiento
los mostraban como entidades superiores
e independientes de cualquier rebaño.

Se les dio el nombre de Bibbu (chivos salvajes),
por sus características claramente definidas:
Mercurio, el más cercano al Sol
y oculto entre sus resplandores,
decidió admitir a Nego, dios esquivo,
astuto, inconstante y desconfiado.

Venus, con su hermoso brillo,
vespertino o matutino según la época del año,
protegió a Ishtar,
ardiente y sicalíptica deidad de la Naturaleza.

Marte, rojizo y de rápidos desplazamientos,
fue la residencia de Nergal,
dios de las batallas, vengativo,
perverso, violento y sanguinario.

Júpiter, albino y majestuoso,
hospedó a Marduk rey de los dioses,
implacable, lujurioso y férreo.

Saturno, amarillento y despacioso,
albergó a Ninurta, anciano malgeniado,
decano de los dioses e iniciador del tiempo.

Por lo anterior fue fácil determinar
los cambiantes caprichos de los dioses;
nació entonces la astrología
con sus cálculos ambiguos pero necesarios,
para bien de las castas sacerdotales y otros poderosos
que nunca desistieron de dominar el mundo.