martes, 4 de febrero de 2014

Del libro "Poemas escandinavos"



HISTORIA DE LOS DOS HERMANOS

Mi padre, que en su vaivén eterno
siempre se interesó por los humanos,
consiguió con su fuerza cualquier día
que los dos hermanos pescadores
fueran llevados sobre las corrientes
de un mar tempestuoso y desafiante,
hasta una isla feliz que aparecía
en mitad del inquietante océano.

Su barca encalló al final del día
junto a la choza de una anciana pareja,
que eran en realidad Odín y Frigga,
disfrazados así para mejor gozar
el arribo de los jóvenes viajeros.

El dios eligió a Geirrod favorito,
enseñándole el manejo de las armas
y el secreto del amor y la amistad.
Frigga escogió al pequeño Agnar,
a quien mimó con ternura desmedida,
durante el frío corredor de Invierno.

Al venir la Primavera amainó el mar
y los cielos se tornaron más azules;
los dos hermanos zarparon enseguida
favorecidos por vientos muy propicios,
en un bote que Odín les ofreció
para el regreso a sus nativas costas.

Llegados, Geirrod saltó a tierra
después de un viaje asaz tranquilo,
empujando la barca al mar abierto
con su hermano Agnar a bordo.

Ocurrieron más tarde muchas cosas
que afectaron la vida de los jóvenes,
pero es una historia diferente
que no cabe por ahora en esta saga.

Del libro "Poemas escandinavos"



EL DIOS DEL VIENTO

Soy el dios del viento y me desplazo
sobre mi veloz caballo de ocho patas
en busca de las almas de los muertos,
que gimen arrastradas por el temporal
hacia el país de los seres incorpóreos.

Me llaman también el Cazador salvaje
y los vivos me escuchan por las noches
cuando cruzo cerca de los fiordos,
entre arboledas, potreros y peñascos.

Todos gritan al paso incontrolable
de mis audaces y móviles guerreros,
siempre acompañados por sabuesos
que presagian continuos infortunios
si los gritos son una voz de escarnio,
pero años venturosos y tranquilos
si conllevan un mensaje solidario.

Siendo tan espectral y feroz
con mis tormentas en Escandinavia,
me porto como un niño abandonado
ante el fuego de tus ojos enigmáticos,
tus caricias sedosas y apremiantes,
tu sonrisa boreal y sin dobleces,
tus besos de bacante decisivos,
tus brazos carceleros y viajantes,
tu pasión animal quemante y firme.

Yo que atizo con mi soplo helado
el corazón y el alma de los árticos,
soy una cándida chispa dispersada
por la brisa inconstante de tus sueños.