viernes, 4 de abril de 2014

Del libro "Poemas montaraces"



TARASCA

Me agrada vivir en el Tolima
por su gente gárrula y amable.
Aparezco como pez monstruoso
y también en grandes cuevas,
como fiera o alimaña repugnante.

No causo daño a los niños
pero los sigo para darles sustos,
y hay quienes creen que los devoro
en mis banquetes nocturnos.

Salgo el día de Corpus Christi
(salía porque hoy no se justifica)
con alma de palo y cuerpo de tortuga,
grandes ojos y quijadas movedizas.

Saltaba y corría por los parques
atacando transeúntes que llevaran
canastas repletas de manzanas.
Era la comparsa más popular
junto a la indiecita en cueros
que siempre me acompañaba.

Aparecía también como ballena
sobre una armazón forrada en lienzo,
a cuyo lado bailaban los creyentes
adornando con plumas sus cabezas.

Abría y cerraba sin descanso
mis fauces de cetáceo inmenso,
semejante a tantos desgraciados
que se reproducen como moscas
y fallecen partidos por el hambre
en esta era de la globalización.

Del libro "Poemas montaraces"



LLORONA

Poseo tantos rostros y maneras
que confundo a los pobladores
de cualquier lugar terrestre
con mis rasgos tenebrosos e inasibles,
pensados por el pueblo adormecido
borrachín, ignorante y rezandero,
que me imagina huesuda y repugnante
bajo el peso de una horrenda calavera,
ojos rojizos, pelo hirsuto y desgreñado,
negra y larga túnica, deshilachada y sucia,
llevando en brazos a mi niño muerto.

Gritos macabros de tristeza y lloro
lanzo en las noches sin hallar reposo,
por haber asesinado a sangre fría
la criatura concebida en mis entrañas.

Vago desconsolada en plenilunio
por rastrojeras, jardines y sembrados,
reposando en ventanas cuando escucho
rasgar tiples, guitarras y requintos,
o bien en las riberas de los ríos
y en la base de montes y peñascos.

Con mis tetas caídas sobre el hombro
cruzo aldeas de calles solitarias
como recuerdo de una edad perdida.

Afirman que soy fornida y alta,
de gran sombrero sobre mi cabeza
y un párvulo que gime acongojado
mientras sollozo desgarradamente.
También que parezco un esqueleto
de cuyas cuencas y articulaciones
salen chispas donde prendo mi tabaco,
que al fumarlo despide olor de azufre.
Que tronché mi vida por el embarazo
suspendiendo la imprevista gestación
y lanzando despiadada al basurero
el producto de mi vientre criminal.

Otros piensan que soy mujer hermosa
de larga cabellera y dulce aspecto,
que me acerco a los hombres suspirando
con una vela en la mano y les pregunto:
¿Quieren decirme en dónde está mi hijo?

Aseguran que fui una monja joven
suicidada por un desliz sexual
poco antes de vaciar mi embrión,
hundiéndome en un aljibe inmundo
al amparo de una noche sin estrellas.

Vago siempre entre lágrimas y quejas,
sin rumbo fijo como dice la leyenda.
En Roma antigua me arañaba el rostro
mientras mesaba irascible los cabellos.

Doy mi grito macabro y desolado
por todos los confines de la Tierra
donde hay abatimiento y desengaño,
presentando semblantes y maneras
de mitos universales y perpetuos.