domingo, 26 de enero de 2014

Del libro "Poemas escandinavos"



UN REY VIKINGO Y SU RAMERA

En la aurora de los tiempos
existió dentro de mí un corazón floreciente.
Dentro de él una ciudad
y dentro de la ciudad la más tranquila dársena,
protegida por un dique que se abría
en la hora culminante de la bajamar.

Allí, sereno y confiado, fluía el río de aguas claras
donde bañaba mi cuerpo y el de mis valkirias.
Sólo yo –el Rey– tenía la llave.

La preferida de mis sueños, disoluta y perversa
como probé después ante los tribunales,
una noche de luna me la robó diciendo
que se la daría al primer amante que hallara
dispuesto a estrangularme y a premiar sus veleidades.

Éste abrió las compuertas con el propósito
de anegar mis campos y castillos con sus habitantes.
Gracias a Odín y a otros dioses
que jamás me abandonaron en ninguna circunstancia,
pude escapar ileso de aquella perfidia infame.

Aún reino en Escandinavia, mi península,
con una bella ciudad dentro del corazón
que ofrece, como antaño, una dársena tranquila,
cuyas esclusas manejo con un sistema electrónico.
Sólo yo –el Rey– tengo la clave,
y una nueva enamorada que la desconoce.