CUARTO
YO
Habito
en un país de asombro,
no
gozoso sino lleno de sorpresas,
al
otro lado de las cordilleras,
más
allá del horizonte,
tras
los mares inclementes,
cerca
de imaginadas estrellas.
Allí
tejo historias de lugares prodigiosos
y
seres inexistentes
para
los proscritos de la fantasía;
mundos
más amplios y distantes
que
gigantescas constelaciones,
cuyos
diámetros impredecibles
aplastan
a los cerebros triviales.
Son
mi válvula de escape,
mi
polo a tierra
para
una existencia oprimida
por
locuras y desastres,
cofre
de riquezas no posibles
con
las tarjetas de crédito,
mina
de diamantes y rubíes
pulidos
por un áspero buril
en
los talleres de la imaginación.
País
que me brinda el horror
y
la indescriptible nostalgia,
velero
sobre el cual navego
entre
cifrados pasadizos,
vedados
a todos los incautos
carentes
de la clave misteriosa
que
abre las puertas de la rebelión,
trinchera
de los elegidos.