NO ESTÁ LA TIERRA PARA HACER SONETOS
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Es
nuestra culpa cuando no queremos
reclamar
lo que ya nos pertenece.
Si
damos sin luchar lo que tenemos
no
lloremos después como acontece.
Batallemos
sin tregua y sin dobleces
con
las armas que todos poseemos:
la
idea, la palabra, los reveces
que
nos hacen grabar lo que aprendemos.
Esas
causas perdidas son las únicas
que
ameritan combates sin medida
con
la bravura de la Guerras Púnicas,
donde
Roma y Cartago, decididas,
se
destrozaron con furor las túnicas
en
aras de una gloria inmerecida.