martes, 30 de diciembre de 2014

Del libro "El cofre del pirata"



LA CIUDAD DE LOS DIOSES

Sobre la inmensa planicie,
potente y majestuosa
se levantó la Ciudad de los Dioses.
Sus trazos de belleza y rigor incomparables,
mirando siempre a la calzada de los Muertos,
proyectaron sin temor sus pirámides maravillosas
contra el croquis verdeazul de las vecinas montañas.
Sus plazas rebosantes
albergaron un enjambre multicolor
de sacerdotes y fieles que avanzaban
transfigurados y abstraídos con sus cortejos rituales,
desde viviendas seguras y resplandecientes
hasta la gran pirámide del Sol,
donde doblaban sus plegarias fervorosas,
antes de proseguir su caminata procesional,
con dirección a la plaza de la Luna.
Pese a desconocer los laberintos del mar,
brilló con un fulgor indeclinable
atrayendo numerosos peregrinos
que anhelaban convertirse en dioses.
Difícil precisar quiénes engendraron
tan brillante civilización
y quiénes promovieron la expansión de la ciudad,
prefiriendo el duro entorno volcánico
con sus ricas existencias de obsidiana.
Todo indica una cultura
de asombrosa perfección desde el comienzo,
y nadie puede asegurar que surgiera de la nada.
Sus máscaras de terracota
sugieren el cumplimiento de unos ritos
con sentido alquímico,
recopilados en regiones muy distantes
y llevados al templo principal
donde se yergue aún, histórica y vetusta,
la gran Serpiente Emplumada
con sus leyes esotéricas beneficiando al pueblo,
sin olvidar al dios de la Lluvia
de ojos saltones y mirada inquietante
penetrando abismos y apariencias
más allá de la esperanza en el reseco mundo,
consciente de su origen y destino celestes,
ni el arcaico dios del Fuego
en cuclillas soportando su brasero,
o el rostro del anciano
hundido en el ombligo de la tierra.
Sobre la ruda planicie, potente y majestuosa,
se levantó la Ciudad de los Dioses,
con sus fosas circulares y huesos calcinados,
o limpios y dispuestos en orden no esquelético.
Rostros espiritualizados observando la eternidad
con ojos muy abiertos, más allá de lo visible;
facciones diluidas en la esencia de lo abstracto,
intemporales, definitivas y serenas,
resueltas a expresar su trascendencia cósmica.
El inicio, progreso y destrucción
de la Ciudad de los Dioses
continuarán ocultos como sueños enigmáticos.
El desarrollo espléndido de la capital del Sol
comenzó su descenso hacia la oscura noche
enfermo y agobiado por su propia grandeza.
Hoy las ruinas tejen de piedra los recuerdos
en el valle silente, mientras sus trazos,
lejos del mar y de los peces,
miran la calzada de los Muertos
que proyecta sin temor las pirámides maravillosas
contra el croquis verdeazul de las vecinas montañas.

Del libro "El cofre del pirata"



YO Y MI POEMA

Primero fui yo, luego mi poema.
Él está después de mi nombre,
que también fue primero.
Sin mí,
el poema hubiera sido imposible,
aunque esto suene estrambótico
a los amos de la pedantería.

Otra cosa es la poesía.

Que sufran por mi autosuficiencia
me produce gozo;
no hay espejo más repugnante
que la propia máscara.

Así es, y no me arrepiento
en cuanto me corresponde.
¿Quién puede negar a quién
estas pequeñas aberraciones,
donde el ego suele contorsionarse
envuelto en su propio miasma?

Debéis leer mi poema.
De lo contrario... Eso es todo.

Del libro "El cofre del pirata"



CAMBIO DE NOMBRE

Por esa bruja hechicera,
y misteriosa que es la poesía,
he cambiado de nombre.

Detesto mi nombre antiguo,
aunque mis padres lo escogieron
con las mejores intenciones.

No quiero saber de ese nombre
jamás de los jamases,
y quien me llame así por broma,
maledicencia o ignorancia,
es un hijo de su linda madre.