SADOMASOQUISMO
El
mango de la sartén está en tus manos:
Átame
y flagélame incompasivamente,
restallando
el látigo sobre mi dorso desnudo.
Insúltame
con tu léxico procaz y degradante,
hazme
doblar las rodillas hasta besar tus pies
nacarados
y sensuales, sobre mi sangre oscura.
Arrójame
a empellones contra el muro
y
cabálgame espoleando sin piedad
por
los diferentes espacios de la casa,
con
tus modales primarios y asesinos.
Repite
los azotes como un verdugo cruel,
despréciame
con tu mirada oblicua
y
tu altanero corazón de roca.
Echa
sal en mis ojos y en mis llagas
mientras
me niegas el agua que te imploro
para
saciar mi sed.
Sométeme
a la virtud de tus caprichos
colocando
cadenas en mis extremidades
sin
que pueda escapar de tu presencia;
escalda
mis heridas con tus besos
y
tu lengua encendida y depravada.
Desgárrame
el costado con tus uñas
y
muerde mis genitales lujuriosamente
al
compás de las súplicas y espasmos
con
que afirmo mi placer desesperado
frente
al desfogue de tu crueldad insana.
¡Ah!...
Olvidaba decirte que el azar,
impersonal
y veleidoso siempre,
trastroca
muchas veces los papeles
que
nos fueron asignados en principio.
Ahora
seré yo el propiciador
de
los múltiples tormentos recibidos
por
tu morbosa vocación de sádica,
pues
nada impedirá que mis deseos
sean
más fuertes y salaces que los tuyos
en
mi sinuosa complexión interna,
proclive
a complacerte en lo que pidas
hasta
dejarte sin sangre entre las venas.