jueves, 27 de marzo de 2014

Del libro "Poemas escandinavos"



RAGNAROK

Los dioses, que también pertenecían
a una estirpe finita igual que los esir,
llevaban dentro el germen de la muerte.
Ese inmenso drama, con justicia poética,
indicaba por igual premio y castigo.

Los esir toleraban la presencia del mal
encarnada en el siniestro Loki,
pero seguían igualmente los consejos
del bondadoso Balder.

Ragnarok se cernía sobre todos
y el Sol palidecía de miedo
al conducir sus carros temblorosos,
evadiendo a sus devoradores.

La Tierra, mustia por el gran Invierno,
cubrió de nieve los puntos cardinales,
los vientos salieron de su jaula
y el suelo se cubrió de firme hielo.

Este visitante pavoroso y largo
duró tres estaciones y otras tres,
donde la Tierra perdió toda alegría
en su lucha global por la existencia,
mientras los más nobles sentimientos
de humanidad y compasión se hundían
en un oscuro socavón sin fondo.

Los gigantes nutrieron la progenie
del temible lobo con las médulas óseas
de asesinos y otros delincuentes,
hasta que la monstruosa descendencia
pudo conquistar el Sol, degollándolo
para mojar la Tierra con su sangre.

Por tal calamidad, el suelo se encrespó
y las estrellas cayeron de sus puestos,
mientras Loki, Garm y el lobo Fenris,
además de otros malvados y cretinos,
destrozaron sus cadenas vengativos.

Nidhung royó las raíces de Yggdrasil,
y el horrible gallo púrpura Fialar
cacareó tan fuerte sus alarmas
en la cumbre más alta de Valhalla,
que la repitió Gullim-kambi,
el espeluznante gallo de Midgar
y la no menos temida ave rojiza de Hel.

Dándose cuenta del augurio Heimdall,
por el estridente chillido de las aves,
lanzó el toque esperado tanto tiempo,
despertando con él a los esir
y a muchas otras deidades principales,
que veloces salieron de sus lechos
para emigrar o hacerle frente
a la contienda que se avecinaba.

Cabalgando en sus rápidos corceles
galoparon sobre el arco iris
hasta el lugar de la última batalla.

Midgar fue despertada por el ruido
y sus grandes contorsiones azotaron
los mares con tremendas olas,
antes de alcanzar el sitio que la unió
a los demás en la infernal refriega.

Las colosales avalanchas acuáticas
pusieron a flote el tenebroso barco,
hecho con las uñas de los muertos
cuyas tribus olvidaron los deberes
en su paso impreciso por la Tierra.

Cuando el velero estuvo aparejado,
Loki lo abordó con su feroz ejército
y enrumbó sobre las aguas turbulentas
hasta el lugar donde sería el conflicto,
al tiempo que Hel emergía de la tierra
acompañada del nefasto Garm
y otros bellacos de su imperio lúgubre,
mientras Nidhung atravesaba el campo
cargando muertos en sus negras alas.

Al llegar, Loki les dio la bienvenida
y los cielos se partieron varias veces.
Cruzando los abismos que surgieron,
los implacables enemigos cabalgaron
arrasando los perímetros de Asgard,
y los dioses se sintieron temerosos
al mirar tan sangriento desenlace.

Odín tenía un solo ojo,
Tyr apenas una mano,
y Frey un cuerno de venado
en lugar de su invencible espada.

Los esir demostraron ser valientes
al ponerse sus ricas vestiduras,
para llegar hasta el sitio de los hechos
dispuestos a vender caras sus vidas.

El Tuerto reunió todas sus fuerzas
y fue derecho al manantial Urdar;
se sentó sobre Yggdrasil (ya derribado)
con las Nornas sus eternas cómplices,
que en silencio y cubriéndose los rostros
rasgaban el tejido que yacía a sus pies.

Todos los combatientes congregados
sobre las vastas regiones de Vigrid,
lucían ademanes adustos y tranquilos;
los contrarios arrojaban fuego
y vapores que oscurecían el Cielo,
los vastos mares y la dura tierra,
con su horrible y venenoso aliento.

Se sintió una conmoción aterradora
cuando Odín y Fenris se enfrentaron;
Thor embistió a la serpiente Midgar
y Tyr midió fuerzas con el perro Garm;
Frey terminó con su oponente
y Heimdall con el protervo Loki,
ya derrotado en anteriores lances.

Aunque siendo poderosas y valientes,
las deidades debían sucumbir
junto al gran gobernante de Valhalla.

Fenris, ya triunfante en la contienda,
se agigantó desmesuradamente
y devoró el espacio con sus fauces,
engullendo sin más, de cuerpo entero,
al sumo dios en su infernal estómago.

Para vengar la muerte del Supremo,
Vidar se lanzó sobre el deicida,
cuya quijada inferior sintió el zapato
que la escindió como si fuera un bledo.

Los tizones lanzados contra el Cielo,
la Tierra y los nueve mundos de Hel,
cubrieron el árbol Yggdrasil
y alcanzaron la morada de los dioses,
ya luctuosa por tanta adversidad.

La vegetación se agostó por el calor
que hizo bullir el agua de los mares;
calcinados y llenos de cicatrices,
los continentes quedaron sepultados
bajo las olas del hirviente océano.

Ragnarok había llegado y la guerra concluido.
El caos vencedor, con los actores muertos,
impuso en todas partes su dominio.
Pero Vidar y Vali, reyes de la naturaleza,
decidieron no darse por vencidos
y regresaron juntos a las tierras de Ida
para hermanarse con los hijos de Thor,
representantes de la fuerza y la energía.

Rescataron el martillo de su progenitor
y amigo, mientras Balder mostraba
desde el inframundo, donde estuvo
en compañía de su hermano Hodur,
nuevos discos de oro para jugar felices,
como lo hicieron con sus compañeros
en su remota y recordada infancia.

Del libro "Poemas escandinavos"



ALGO MÁS SOBRE LORELEI

Un joven pescador que la miró de cerca
quiso buscarla cada noche con empeño
en la ribera del Rin durante horas,
al ser turbado por su gran belleza
y el eco de su canto embrujador.

Ella le mostraba dónde echar las redes
con mejores y seguros resultados.
Pero una vez que se marchó hacia el río,
el pescador, sin embargo, no volvió.
Lorelei lo condujo a sus cuevas coralinas,
con el fin de retenerlo para siempre,
por el amor que sentía su corazón.

No satisfecha con el primer amante,
empezó a seducir más pescadores,
conduciéndolos hasta su morada
por medio de sus cantos turbadores.

Una noche, supremamente armado
un ejército casi la toma por sorpresa,
pero ella con hechizos poderosos
paralizó al capitán y a los soldados
que intentaron en vano retenerla.

Cuando los tuvo inmóviles
arrojó sus vestidos contra ellos,
y cantando melodiosamente
atrajo hacia las peñas grandes olas,
donde yacía sonriente y categórica
sobre un carro de tornasol marino.

Bajó el Rin a su nivel normal
y el hechizo cesó inmediatamente,
la escuadra recobró sus movimientos
y Lorelei se alejó sin dejar huella.

Los pobladores del lugar afirman,
que ofendida por tan vulgar afrenta,
ya no saldrá de sus cuevas coralinas
mientras haya un humano en el planeta.