VIAJEROS
DEL MÁS ALLÁ
Atravieso
cada noche el territorio británico
presagiando
la muerte de los desdichados
cuando
cruzo con mi silueta escuálida
en
un carro tirado por dos viejos caballos
que
conducen tres fantasmas silenciosos
cuyos
cráneos oblicuos no se ven
porque
pretenden ocultar sus rostros.
Pasamos
al filo del crepúsculo,
al
mezclarse lo negro con lo blanco,
y
si alguien sorprendido mira el carro,
nos
hundimos en la oscura noche
prometiendo
que un pariente del curioso
ha
de seguirnos a la eternidad.