martes, 25 de marzo de 2014

Del libro "Poemas escandinavos"



LORELEI Y OTRAS DEIDADES MENORES

Lorelei embrujaba los marinos
con sus cánticos de diosa fascinantes
en la inmensidad inestable del océano,
igual que en ríos y lagos de la Tierra.

Como ninfa inmortal, corriendo el día
se refugiaba en las honduras acuáticas,
para emerger de noche con la Luna,
cuando sentada en una cúspide rocosa
observaba lo flotante en las corrientes.

El viento conducía las notas de su canto
hasta el oído de los rústicos remeros,
que embrujados por tanta maravilla
se dejaban estrellar contra las peñas
donde morían sonrientes y felices.

Siguiendo el ejemplo de las valkirias,
Lorelei y otras sirenas se despojaban
de sus plumas de cisne o piel de foca;
las guardaban en las playas con peligro
de ser halladas por cualquier mortal,
quien podía forzarlas por tal hecho
a quedarse en tierra indefinidamente.

Lo mismo había monstruos destructivos
como Nicors y otras deidades menores
que lucían sin recato su rabillo de pez.
Los Neckars, también llamados Necks,
habitantes vengativos y amargados
por su impúdica vesania y su rencor.

En cambio las Ondinas, candorosas,
igual que los Stromkarls y los Nixies
buscaban, educados y afectuosos,
la palabra de los dioses como abrigo
y consuelo en sus místicas labores.

Del libro "Poemas escandinavos"



LOS ELFOS

Odín, conductor de todas las empresas,
proporcionó inteligencia sobrehumana
a estos seres provechosos y benignos,
conocidos desde siempre como elfos.

No hurgaron las cavernas del planeta
ni la mansión de los enanos negros
ubicada muchos metros bajo tierra.

Jamás monopolizaron oro y plata,
porque además de ser bellos y reinar
en las oquedades etéreas,
preferían cultivar plantas y flores,
divertirse con pájaros y mariposas
o danzar sobre la hierba humedecida
bajo los rayos de la Luna llena.

Antiguamente fueron dominados
por el emperador de los enanos,
con su consorte Titania,
en la mágica Tierra de las Hadas.

En ciertos momentos visitaban
los domicilios humanos,
trenzando crines y colas de caballos,
juego conocido como nudo de los elfos.

En Alemania y en toda Escandinavia
las familias, sin distinción de clase,
hacían ofrendas buscando sus favores.

Vivían y morían entre los árboles
que cuidaban con devoción entrañable.
Conocidos como Doncellas del Musgo,
eran graciosos y totalmente huecos,
igual que un nicho mirado desde atrás.

Los proscritos mostraban su confianza
arrojando efigies de madera verde
por la borda de sus embarcaciones,
mientras iban con rumbo venturoso
hacia los puertos de la ignota Islandia.