DICCIONARIO
Libraco
que tantos consideran
reflejo
del lenguaje y la cultura,
no
el manido repertorio inane
de
palabras que sólo son fugaces
bajo
el peso ineluctable de los años,
o
quizás la invasión de neologismos
insustanciales
para los hablantes.
Expresiones
de giros y proverbios
enriquecen
tus entrañas diariamente
entre
páginas compactas y serenas,
con
sinónimos y antónimos que amplían
los
horizontes del vínculo idiomático,
donde
tantos se quedan enredados.
En
tus hojas aparecen consignadas
nociones
de ciencia y de geografía,
de
historia, de arte y de rarezas
que
aguzan el placer del consultante.
Documentos
gráficos que cobran
importancia
excepcional para poetas,
estadistas,
caminantes y pintores,
amén
de músicos, sabios y filósofos,
que
con otros incurables locos
se
refieren a ti como garante
de
sus constantes investigaciones.
Respetas
toda filiación política
y
eres neutral en materia religiosa
cuando
nos brindas impecablemente
las
miles de acepciones contenidas
en
tu lista de palabras ordenadas
desde
A hasta Z, en castellano,
pues
a tal diccionario me refiero
cuando
escribo estos versos amorosos.
Eso
y mucho más ofreces siempre
como
libro gentil y prodigioso,
al
llevarnos por múltiples senderos
hasta
el punto final de las preguntas,
aunque
te muestres incapaz de todo
en
tu fatal paradoja indescifrable
como
divina sustancia del talento.