ÁGUILA
Por
tu vuelo majestuoso y alto
eres
signo de valor e inteligencia
para
la masonería. Para mí,
la
más independiente de las aves.
Te
amo y venero como Júpiter
que
un día te llevó hasta el cielo
donde
habitas, entre Pegaso y Ofiuco.
Como
reina sin igual de los confines
trasportas
en tus alas el rayo que ilumina
con
su luz zigzagueante los nevados
y
los valles de América Latina.
Eres
símbolo solar para eruditos
y
acuciosos mitólogos del mundo,
emblema
de la fuerza en las culturas
que
fabrican silbatos con tus huesos.
Participas
de mitos ancestrales,
como
aquel donde Príamo suplica
al
afamado y valeroso Aquiles
que
devuelva el cadáver de su hijo.
Hace
para ello libación a Zeus,
a
fin de que te envíe prontamente,
como
agreste y divina mensajera,
hasta
la oscura vastedad del Hades.
Diosa
tutelar de los chamanes
y
magos de Asia y Nuevo Mundo:
alquimistas
y filósofos herméticos
bautizan
el mercurio con tu nombre,
aunque
sólo después de sublimarlo.
¿Podré
negarte yo mi culto entonces,
como
simple mortal, si estoy tan lejos
del
amplio firmamento donde vuelas,
y
bosques y cumbres donde habitas
como ejemplo de poder
y libertad?...