viernes, 10 de noviembre de 2017

Del libro "Por si las moscas"


















TOMADURA DE PELO

Escribo este soneto en verso suelto,
libre o blanco, como bien lo afirman
los que saben preceptiva literaria;
también cojo y quizás un poco manco.

Lo hago así, mas no por irrespeto
con los grandes maestros de la rima,
sino porque quiero incursionar
en algo que tal vez no guste tanto.

Espero que comprendan la inquietud
que me asalta en momento tan riesgoso,
pues no quiero morir bajo las balas
que vuelan como pájaros hambrientos
sobre esta tierra desgraciada y fértil,
que no tiene la culpa del desmadre
fomentado por ladrones y asesinos.

Como ven, no escribí ningún soneto,
según dije al principio del poema.
Para colmo, le añado un estrambote
que me rima perfecto con azote.

Del libro "Por si las moscas"


















ALGO PERSONAL

Quiero decir lo que me ocurre y siento
frente a una amiga generosa y bella,
de amplia sonrisa y resplandor ardiente
como sol de verano al mediodía
cuando se posa en la llanura verde.

Profunda y desdeñosa al mismo tiempo,
como es común al femenino encanto,
mientras bulle en tristezas y alegrías
su noble corazón despedazado.

Paradojal en quehaceres cotidianos
(así la miro en su cambiante esfera),
su piel dorada como miel de agosto
es la imagen final que me enajena.

¿Lo sabe o no la sabe? Yo lo ignoro.
Quizás lo intuya en su interior sellado
por mi verso enloquecido y puro.

Este amor, tormentoso y desolado,
pierde la calma que la vida ofrece,
cuando lejos de ilusiones y utopías
se hace visible, se cultiva y crece.

Es un caso fatal y sin remedio,
porque ella, más lejana cada día,
lo torna inaccesible en lo terreno,
como prueba de castigo inmerecido,
propiciado por un destino incierto,
en mi viaje inexorable hacia el olvido.