domingo, 9 de febrero de 2014

Del libro "Poemas escandinavos"



LA ESPOSA DE LOS DIOSES

Era tan dulce, provocativa y bella
que los enanos y gigantes nórdicos
deseaban tenerla como esposa;
pero ella, ignorando sus requiebros,
los rechazaba sin consideraciones,
incluso al que Loki y Thor le dieron
por algo no amoroso y sí político.

Mas, cuando de dioses se hablaba,
era menos inflexible que otras veces.
Como símbolo de la Tierra
casó con Odín, Señor del Cielo,
con Odur, dios del Sol veraniego,
con Frey, soberano de la Lluvia,
y con otras deidades principales
que amantes le brindaron compañía
en las doradas alcobas de Valhalla.

Deseada por todos los vivientes,
donde el oro, la dicha y la pasión
ostentaran elementos naturales,
continuó disfrutando sus amores
hasta ver que el fanatismo religioso,
procedente del primario Sur,
expulsaba con fatídicas espadas
lo mejor del panteón pagano
en Suecia, Noruega, y Dinamarca.

Del libro "Poemas escandinavos"



FREYA Y ODUR

De todas las diosas boreales
es Freya mi heroína predilecta,
por ser encarnación de la belleza
y los exóticos placeres del amor.

Al entrar en Asgard, sus colegas,
maravilladas de tanta calidez,
le dieron el palacio más lujoso,
donde pudiera prodigar sus dones.

Como jefe de todas las valkirias
recoge a los caídos en batalla,
mientras luce su imponente casco,
corcelete de luz, escudo y lanza,
además de llevar en las caderas
seductores aderezos femeninos.

Transporta los guerreros fallecidos
hasta el sitio donde no le impidan
premiarlos con sus besos y caricias
su ardiente compañía y aguamiel.

Su morada es amplia y tan sublime
que las antiguas mujeres guerreaban
después de fallecer sus héroes,
o dejábanse caer sobre la espada,
antes de lanzarse hacia la pira
donde ardía el cadáver del amado,
en homenaje a su diosa coronada.

Siente por los gnomos un cariño especial
si los ve danzando bajo la Luna clara;
guarda para ellos delicadas mieles
y flores especiales para sus castillos.

Casada con Odur, símbolo del Sol
que calienta las tardes de Verano,
tuvo con él dos hijas tan hermosas,
que lo bello de toda Escandinavia
era sellado con sus dulces nombres.

Pero Odur, dios errante y veleidoso,
cualquier día la dejó sin besos,
y ella lloró tanto que sus lágrimas
se transformaron en ámbar
cuando cayeron al mar.

Solitaria comenzó la búsqueda
por diferentes lugares del planeta,
hasta verlo bajo frescos arrayanes
en el distante y veraniego Sur.

Allí volvieron a brindarse amor
en esos campos de vino generosos
y unos rayos de Sol resplandecientes
como el alma de la misma diosa.

Desde entonces la hierba creció verde,
los pájaros cantaron y hubo flores,
porque la tierra recobró su aliento
al contemplarla sonriente y renovada.

Odur al punto prometió adorarla
con la ternura y la pasión más vivas.
Freya al oírlo perdonó el desvío,
prometiendo compartirlo todo
en las campiñas de su altivo Norte
que felices celebraron el encuentro.