RAZONES
PARA EL SUICIDIO
He
venido desde lejos,
de
los abismos del cielo y las praderas del caos,
del
mundo donde el sueño
suele
confundirse con la realidad.
Padecí
los placeres más exóticos
y
disfruté los dolores más agudos.
Mi
hambre y sed fueron saciadas por los dioses
en
el cuenco nauseabundo de singulares demonios
bajo
toldos pintados en orgiásticos festines,
donde
engullí con verdadera gula
los
diferentes manjares de la vida.
En
los muslos ardientes de las vírgenes
escancié
néctares deleitosos,
brindados
todos ellos
por
los perfectos mandatarios del amor.
También
con putas de miserable aspecto,
aunque
de alma dolorida y buena,
trajiné
los caminos de la depravación
en
cuartos prostibulariamente tristes,
cuando
no con mancebos victoriosos
de
aterradora audacia
y
una orfandad injusta, desolada y cruel.
Los
desengaños no me han sido ajenos,
pues
siento fresca aún
la
herida insana de mi última derrota
en
el campo minado de las tribulaciones.
En
mi viaje perenne hacia la soledad
he
creído y descreído al mismo tiempo,
he
orado y blasfemado con un furor sin freno
y
una lengua venenosa y rápida.
Sucumbí
ante vicios inefablemente obscenos,
y
lo que es peor aún:
ante
una turba de virtudes consagradas.
Soy
la bestia y el ángel que se agitan
en
su propia y fatal contradicción.
Ataqué
sin piedad lo establecido
con
ese nihilismo que siempre me acompaña
hasta
en momentos de fugaz cordura,
o
cuando alcanzo la región del éxtasis.
Soy
el hastiado del mundo
y
deambulo en silencio como un paria
por
estas calles de mierda que me asfixian.
Soy
la soledad y el tumulto que me agobian
con
sus garras de cuervo mitológicas,
en
mitad de la pena que me imponen
el
falso orgullo y mi pasión perpetua,
soledad
y tumulto que no cesan
ni
en la palabra que resta del silencio
ni
en mi silencio y pudor como poeta.