URANO
Por
lo lejos que me hallo de mi padre
fueron
necesarios
grandes
telescopios para descubrirme.
Parecido
a mis hermanos mayores,
soy
el tercero en estatura,
y
pese a mi cuerpo gaseoso,
tuve
sana descendencia
y
un sistema de anillos importante.
No
soy perezoso aunque vivo recostado,
y
mi cabeza, con la punta de mis pies,
se
encuentran sometidos siempre
a
grandes lapsos de luz y oscuridad,
por
una colisión cuando empecé
mi
existencia en la mansión celeste.
Mi
campo magnético tiene singularidades
y
se inclina 59 grados
respecto
al eje de mi rotación,
pero
no me molesta para nada.
Mi
atmósfera de helio
e
hidrógeno molecular, como en Saturno y Júpiter,
tiene
relaciones semejantes
a
las del rey del Sistema donde habito.
Como
en la Tierra,
los
vientos que me azotan
transitan
rutas contrarias y a mayor velocidad,
con
mi giro en las altas latitudes,
y
en las bajas de manera opuesta.
Los
nombres de mis hijos son exóticos:
Umbriel,
Miranda, Ariel, Titania,
los
más grandes, sin contar los niños
allende
mis anillos exteriores.
Navego
con mi hielo corporal
en
los extramuros de la Vía Láctea,
dominado
por las grandes bestias
de
mundos aún desconocidos,
en
esa inmensidad glacial y negra
que
llamaron universo los humanos.
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