PATASOLA
Con
la Madremonte, mi colega,
soy
uno de los mitos más temibles
que
tiene el territorio andino.
Como
mi nombre lo indica,
camino
veloz en una pata
terminada
en pezuña de bovino
o
cualquier otro rumiante,
puesta
al revés para despiste
de
pesados y astutos seguidores.
Amiga
de animales montaraces,
los
defiendo feliz de los intrusos
porque
poco me agradan los humanos
(leñadores,
mineros, pescadores,
caminantes,
cazadores y colonos),
que
se adentran en la selva virgen
dañando
lo que encuentran a su paso.
Cambio
de forma cuando quiero
y
me vuelvo mujer de un solo seno,
ojos
desorbitados, boca inmensa,
cabellera
greñuda, labios abultados,
nariz
ganchuda, colmillos de felino
y
muslos que acaban en mi pata sola.
Soy
engañadora de los hombres
que
conduzco a mitad de la espesura
para
desorientarlos y reírme de ellos
por
lo estúpidos que siempre han sido.
Los
atraigo para hacerles el amor
y
cuando están en pleno éxtasis
les
arranco la carne de los huesos,
antes
de esparcirlos con mi furia
por
diferentes lugares del entorno.
Me
convierto en perra grande y negra,
de
orejas largas, sucias y muy feas,
o
en vaca igualmente aterradora
que
descuaja los árboles frutales,
rompe
cercas y destruye techos,
además
de otros males silenciosos
que
realizo con mi pata demoníaca.
Me
fastidian los sembrados de maíz,
yuntas
de bueyes y recuas de arriería;
bebo
sangre de los niños que secuestro
antes
de botarlos sobre la hojarasca,
y
despisto los perros en las tardes
cuando
borro las huellas de sus presas.
Tengo
detractores y enemigos
desde
la noche en que maté a mi hijo,
y
desnuda camino en despoblado
dejando
huellas de mi pata sola.
Imaginan
que fui mujer hermosa,
pretendida
por jóvenes y viejos,
aunque perversa, libertina y cruel.
Dejé
pronto a mi marido solo
y
él fue quien me cortó la pierna
de
un simple y certero machetazo,
al
darse cuenta que me fui a vivir
con
el patrón de la hacienda.
Desde
ese día mi espíritu, penando,
deambula
perdido entre matojos
dando
gritos en busca de consuelo.
Odio
a los cristianos por hipócritas
y
me ofuscan sus modales retorcidos,
sus
herramientas y demás haberes
como
el hacha, la garlopa, el azadón,
el
machete, la tusa y la candela.
Los
campesinos de todas las regiones,
para
aliviar sus tristezas y sus males
buscan
la Uña de la gran bestia,
que
es apenas un trozo de pezuña
de
mi pata monstruosa y caminante.
Importante
y genial soy como mito,
igualando
a los aztecas y a los mayas,
los
africanos, los griegos, los hindúes,
los
nórdicos, los incas y australianos,
y
diosa de la furia contra el hombre
que
ciego intenta destruir la Tierra.
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