EL DIOS DEL
VIENTO
Soy el dios del
viento y me desplazo
sobre mi veloz
caballo de ocho patas
en busca de las
almas de los muertos,
que gimen
arrastradas por el temporal
hacia el país de
los seres incorpóreos.
Me llaman
también el Cazador salvaje
y los vivos me
escuchan por las noches
cuando cruzo
cerca de los fiordos,
entre arboledas,
potreros y peñascos.
Todos gritan al
paso incontrolable
de mis audaces y
móviles guerreros,
siempre
acompañados por sabuesos
que presagian
continuos infortunios
si los gritos
son una voz de escarnio,
pero años
venturosos y tranquilos
si conllevan un
mensaje solidario.
Siendo tan
espectral y feroz
con mis
tormentas en Escandinavia,
me porto como un
niño abandonado
ante el fuego de
tus ojos enigmáticos,
tus caricias
sedosas y apremiantes,
tu sonrisa
boreal y sin dobleces,
tus besos de
bacante decisivos,
tus brazos
carceleros y viajantes,
tu pasión animal
quemante y firme.
Yo que atizo con
mi soplo helado
el corazón y el
alma de los árticos,
soy una cándida
chispa dispersada
por la brisa inconstante
de tus sueños.
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