LA
REINA DE LA NOCHE
La
creación más extraordinaria
del
furioso Yahvé sobre la Tierra
no
fue Eva de una costilla de Adán,
ni
los crímenes y robos cometidos
por
sus crueles y obtusos seguidores
al
servicio de un imperio inmundo.
Fue
la entidad como deidad primera,
hecha
al sacarme de su propio barro,
para
darle una eterna compañera
al
padre y madre de las generaciones,
nombrándome
Reina de la Noche
y
principio de todos los demonios,
como
afirman los historiadores.
Soy
reconocida como Lilith,
y
el vicioso contacto de mis labios
con
el cuello de las supuestas víctimas,
a
través de mis caninos puntiagudos,
hace
puente para extraer su sangre
y
contagiar la descendencia de Caín
a
lo largo de los puntos cardinales.
Originaria
de algún país asiático,
emigré
a la región de los magiares,
en
la moderna y decorosa Hungría
y
en la distante singular Rumania,
para
iniciar desde allí las incursiones
que
tanto aterrorizan a los vivos,
quienes
tratan de cerrarme el paso
colocando
mi cuerpo sobre el piso
y
pasando después con una estaca
mi
libertino corazón de piedra,
al
que nunca podrán asesinar
los
eternos verdugos de mi sexo.
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