GOBERNADOR Y
PRISIONERO
Soy gobernador
del viento
y del agua que
da contra las costas.
Desde un
acantilado aquieto
las tormentas
provocadas por Egir,
dios de las olas
y del mar profundo.
Aunque vivo
retenido por los dioses
en fortalezas de
ásperos peñascos,
los nautas me
quieren y me invocan
porque sé de cada
fiordo y ensenada
que pueden
servirles como abrigo,
y de riberas
donde vuelan ávidas
aves marinas de
diversa índole.
Desde mi casa,
como prisionero
me deleito
mirando las gaviotas
que vuelan y
graznan en la playa,
con el paso de
ballenas y delfines
y el juego
intermitente de las focas
que se acercan a
tomar el Sol
sin el permiso
del fatal Invierno.
Como soy elegante
y muy cortés,
con mi manto de
encendido verde
y mi sombrero de
color marrón,
voy por la costa
cuando llega Estío,
esperanzado en
hallar una valkiria
que consienta
enamorar mi corazón,
para gozar de su
pasión ardiente,
aquietando las
tormentas provocadas
por los
crispados gigantes invernales.
Aunque soy
gobernador bien parecido,
no descubro en
la costa ni en el mar
la divina
guerrera presentida
que calme con su
cuenco de aguamiel
esta sed
devoradora que me abrasa
en la eterna
prisión donde agonizo
sin esperanza de
obtener la libertad.
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