sábado, 4 de agosto de 2012

Del libro "La calle de las complacencias"


TEODORA

Lujuria y ferocidad
no eran invenciones mías,
sino fuerzas primigenias y universales
en todos los reinos de los vivientes.
Giovanni Papini

Qué pronto iniciaste tus devaneos prostibularios
por todo el norte de África.
¿Cómo negar tu inteligencia y desmesurada ambición?

Con tus jugadas maestras mezclaste imperio y putería,
hasta doblegar, según Procopio,
los últimos reductos del sañudo Justiniano.
Ni el prostático Pontífice de Oriente
escapó de resbalar entre tus piernas.

Buena esa, Teodora, porque de ahí en adelante
fuiste reconocida como gran emperatriz
de los vastos dominios bizantinos.

No hubiera sido preciso, sin embargo,
enviar a tantas pobres muchachas
hacia las costas del Bósforo,
por desear simplemente, como tú,
mantener sus rodillas separadas.

Imperdonable, Teodora, tu sadismo
con quienes sólo pretendían ofrecer
su tibia y acogedora manzana
a posibles y erotizados transeúntes.

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